Siempre a las mujeres nos han asociado con las flores, ya sea en referencia a la belleza o como un tributo y símbolo de amor, o simplemente al ponernos el nombre de una flor buscando que sus atributos, como la delicadeza o colorida hermosura, se transfieran a nuestra apariencia. Y cuando la mujer artista las toma como tema nos parece una consecuencia de una afinidad natural, más aún si consideramos a la acuarela como la técnica más adecuada para que la mujer pinte flores.
Lo dicho arriba, que parece un feminismo extraño que pone a la mujer a la altura de la delicada flor y a la acuarela como suave técnica, tiene su contradicción en nuestras dos expositoras: Flor de María de Romaña y Yeny Ticona, cuya obra, en calidad técnica y compositiva, así como colorido, nos hace pensar en que la buena pintura está alejada de estereotipos y prejuicios y es ajena a cualquier mandamiento de género u orientación en la condición de ser mujer.
de Hövelborn