Y recordaba que el mar tenía muchos rostros. Algunos días era tranquilo y de un azul brillante, otros días las olas furiosas llegaban a la playa. Recordaba que lo dejaban acompañar a su papá cuando iba a trabajar al puerto. Estaba parado en el muelle viendo cómo su papá cargaba racimos de bananos en los barcos.
Agua marrón oscura, olor pegajoso, basura maloliente en las orillas. Su mirada se detuvo en el cadáver hinchado de un perro que iba lentamente por debajo suyo. El mal olor y el perro muerto lo hicieron irse rápidamente. Se dio cuenta de que lo mejor era no beber.
La viejita le extendió una mano arrugada como una garra, era pequeña y liviana pero muy cálida.
Alex se despertó de pronto, congelado por el miedo y el frío de la mañana. El perro estaba todavía contra su estómago pero ya no se sentía tan caliente como el día anterior.
Cuando empezó la lluvia cerraron todos los negocios y los bancos y la gente empezó a obedecer las advertencias de los bomberos. Corrían por entre la lluvia con bultos en la cabeza y niños en los brazos. Algunos llevaban jaulas con pájaros, gatitos, gallinas, cachorros, cuyos. Y a medida en que la lluvia aumentaba, la gente tenía más pánico.
Pero lo que venía flotando en el agua en dirección al árbol era un refrigerador.
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