Miró su plato. No podía creer como esas papas fritas podían seguir ahí, permanecer intactas. Meses atrás quizas las hubiese hecho desaparecer en un minuto, ya que amaba la comida chatarra. Pero este cambio no fue repentino. Fue de a poco. Suprimiendo cada vez más alimentos hasta llegar a ayunos totales de dos dias enteros, sin comer nada más que una manzana. Esa fortaleza interior que sentía nadie se la podía sacar, ella era capaz de lo que muchos no eran capaces. ¡Cuantas calorías consumen aquellos que luego se convierte en grasa que acumulan sobre sus costillas! y ella no las necesitaba.
Observó a su alrededor. Todos comiendo alfajores, galletas, sandwiches, postres, riendo y masticando ¡como si fuera el mejor placer de sus vidas! No podía entender como toda su vida había sido una de esas personas... pero ella ya no era como todos los demás.
Se encontraba sentada en un rincón. Estaba sola, viendo como los demás se aseguraban de saciar esa hambre, y también de consumir muchas calorías, sumidos en la ignorancia de que no les iba a afectar en nada. Se dibujó en su rostro una sonrisa irónica y un tanto malévola. Dejó su plato intacto, con la comida distribuida hacia un costado, para simular que había ingerido al menos un poco. Tomó su manzana. La miró y se dijo a sí misma que la guardaría para cuando su estómago rugiese tan fuerte que no pudiese dormir esa noche.
Y asi siguió durante un tiempo más. Siguió convencida de que así sería feliz. Pero la verdad es que jamás se sintió mejor y peor en su vida. Mejor porque se veia exactamente como quería... peor porque cada vez estaba perdiendo más cosas además de peso.
Fragmento. Memorias de una rebelde sin causa.
Por Julie
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